CONCIENCIA VIRTUAL
César Platas Brunetti
En
esta época de desarrollo tecnológico, imparable y vertiginoso estamos
asistiendo a una carrera desesperada por superar los límites. En otras épocas éstos
estaban marcados por el confín de los continentes, el de los mares y más
recientemente el del espacio. Aún seguimos trabajando en esta tarea
inabarcable, pero hemos añadido uno el de la Conciencia.
Desde
siempre las ciencias tradicionales dedicadas al ser humano (filosofía, biología,
psicología, sociología, etc.) han estado volcadas en este empeño. Ahora, se le
ha sumado la IA (inteligencia artificial). Y en este nuevo frente abierto se
han volcado desde diferentes ámbitos científicos multitud de profesionales.
En
la primitiva Grecia las ciencias estaban reunidas en el Filo-Sofos (amante de
la sabiduría), así Platón o Aristóteles, trataban de ello; aunque el segundo,
en un afán de sistematizar el conocimiento, comenzó a separar estos ámbitos
científicos. Así hoy, cuando el biólogo habla de vida lo hace desde una óptica
especial y podemos encontrar, a nivel literario, con Mary Shelley y su
“Frankenstein” una aproximación de esos límites.
Desde
el punto de vista psicológico es donde más debate hubo y hay en la actualidad,
ya que según sea la definición de la conciencia así será la ciencia. Y en este
campo pasamos de una Conciencia que fluye desde la óptica dela Psicología
Profunda a una basada en Estímulo-Respuesta como átomos que definen la conducta
humana. Como veis “para todos los gustos”.
Ahora
bien, la IA aporta algo distinto. Primero: la posibilidad de crear una
conciencia basada en programas de software y en esto ya se está trabajando. Y
segundo (lo que parece más ciencia ficción aún, si cabe): transferir la
Conciencia de un ser humano a una máquina. En esta segunda línea de trabajo
está colaborando incluso el Dalai Lama. Cabría la posibilidad de reproducir los
patrones mentales del individuo y trasvasarlos a una máquina o robot, donde los
patrones mentales migrados engendraran la misma “habilidad de la conciencia
humana”.
Estos
trabajos de IA, recuerdan en muchos casos al Frankenstein de Shelley; mas no
debemos dejarnos arrastrar por miedos ancestrales y considerar seriamente las
posibilidades que nos ofrece esta tecnología. Hay que tomar conciencia (valga
la redundancia) de los alcances de la misma para saber exactamente hacia dónde
queremos dirigirnos. Si no prevemos, y por ende decidimos y legislamos, las
implicaciones de las decisiones que tomamos acabaremos siendo Demiurgos de
pacotilla que no saben lo que se traen entre manos.
Una
de las primeras aplicaciones que vienen a la mente es la de la “vida eterna”,
de nuestra conciencia, claro. Pero ¿podemos llamar “vida” a estar
encerrados en una máquina sin inputs de
los sentidos y sin estructura bilógica que los sustente? Vale, vale; ya sé que
existen cámaras y sensores, pero desde luego no sería lo mismo (a estas alturas
veo la cámara y la pantalla de mi ordenador con cierto respeto). Y ¿qué pasaría
si alguien desconecta mi máquina o me
quita la batería?, ¿sería un asesino y habría que juzgarlo y condenarlo a
muerte? Y son sólo dos preguntas al azar.
En
cuanto a lo de la vida eterna, recuerdo un cómic argentino “El Eternauta, el
viajero de la eternidad”, cuyo sólo título dio pie a infinidad de reflexiones.
Vida eterna: ¿para qué? ¿Te lo has preguntado alguna vez? Creo que mejor
haríamos en poner los pies sobre la tierra y saber ¿qué haremos con esta
limitada y maravillosa vida que poseemos?