¿PAYASO YO?
César
Platas Brunetti
Todos
queremos que se nos tome en serio. Queremos que las verdades que decimos “vayan
a misa” y ser un ejemplo de éxito personal ante los demás. Para ello urdimos
una imagen idealizada de nosotros mismos e intentamos que los que nos rodean la
acepten y respondan a ella como si fuera real. Nos presentamos de una manera
especial ante los otros, con una ropa determinada, con gestos y poses acordes a
dicha imagen. Realizamos presentaciones, varios currículum vítae, perfiles en
Feceboock y/o Linkedin, whatsapp, etc., para promocionar esta tarjeta de
presentación que hemos creado. Con todo esto acabamos siendo tan esclavos de
nuestra imagen pública, que hasta nos olvidamos de vivir.
Conozco
varios casos, tanto a nivel profesional como personal, en los que el tiempo
exigido para mantener al día todas estas herramientas de comunicación del “Yo y
Mío” va fagocitando, poco a poco, el tiempo dedicado al ocio, el laboral e,
incluso, el tiempo de ser nosotros mismos en sociedad. Mantener esta invención
de nuestra mente calenturienta nos va, paradójicamente, despersonalizando y
alejando de nuestra auténtica naturaleza. Lo llamativo es que, por otro lado,
hacemos culto de lo auténtico, ser uno mismo de verdad, como la máxima aspiración
en esta vida (auténticos tejanos, auténtico sabor mediterráneo, un auténtico
ser humano, etc.).
Si, por
cualquier razón, esta fachada se ve cuestionada de alguna manera nos
descentramos, nos ponemos “fuera de sí” (en realidad “de mí”) y perdemos los
papeles. Papeles… eso es exactamente lo que es esta fachada… papeles. Papeles
que representamos como un actor en el proscenio o, más exactamente, un payaso
ante su público. Para experimentarlo no hace falta recurrir a sutiles argucias
psicológicas. En la amistad tenemos una fuente inagotable de recursos para reírse
cada quien de sí mismo, pues nunca falta el gentil amigo que te dice -por
ejemplo:
-¿Con qué rima fracaso?
-No sé (contesta uno).
-Con tu cara,
payaso.
Con tu cara.
Si alguien nos grabara la cara que se nos queda después de
semejante diálogo, seguramente denotaría fracaso y pensaríamos algo así como; “Y…,
porque es amigo. ¡Que si no!…” Esta respuesta es un claro indicio de que no
estamos viviendo nuestra vida de manera relajada y auténtica.
Mientras escribía esto me topé con la noticia de un experimento que realizaron con pacientes de cáncer. Consistía en cambiar su imagen mientras ellas permanecían con los ojos cerrados y luego al abrirlos: ¡Sopresa! recibieron algo mucho mejor que ilustra lo que venimos comentando; compruébenlo ustedes mismos:
http://www.huffingtonpost.es/2013/12/12/pacientes-con-cancer-positividad-xyz3_n_4425734.html?utm_hp_ref=spain
Todos tenemos virtudes y defectos, claroscuros y, si no somos capaces de integrarlos en nuestra concepción mental de lo que soy, lo más probable es que acabemos por no ser más que la caricatura de un ser humano. Y, como ya sabemos, las caricaturas mueven a risa a quién las ve.
Mientras escribía esto me topé con la noticia de un experimento que realizaron con pacientes de cáncer. Consistía en cambiar su imagen mientras ellas permanecían con los ojos cerrados y luego al abrirlos: ¡Sopresa! recibieron algo mucho mejor que ilustra lo que venimos comentando; compruébenlo ustedes mismos:
http://www.huffingtonpost.es/2013/12/12/pacientes-con-cancer-positividad-xyz3_n_4425734.html?utm_hp_ref=spain
Todos tenemos virtudes y defectos, claroscuros y, si no somos capaces de integrarlos en nuestra concepción mental de lo que soy, lo más probable es que acabemos por no ser más que la caricatura de un ser humano. Y, como ya sabemos, las caricaturas mueven a risa a quién las ve.
Dicho de otra manera: “Cuando uno
deja de reírse de sí mismo es momento de que otros empiecen a reírse de él” (Thomas
Szasz).
.