sábado, 1 de octubre de 2011


COLESTEROL EN LA RED.

César Platas Brunetti
 
            La “grasa de las capitales” se está colando en la red.
 
            Las grandes empresas que manejan internet están intentando desarrollar e implantar un algoritmo (esta palabreja se la debo a mi amigo Fidel, que trabaja en informática) para que, a medida que realicemos búsquedas, éstas sean más rápidas. Hasta aquí todo bien. Para lograrlo analizan, hurgan, fisgan o “cotillean” (el adjetivo es a gusto del usuario) en búsquedas anteriores y, de acuerdo a ellas, priorizan la presentación de unos contenidos sobre otros al internauta buscador.
 
            Evidentemente esto facilita la búsqueda, pero va en detrimento de la diversidad de fuentes de información. Es como, si deliberadamente, nos colocáramos unas anteojeras y éstas nos obligaran a ver en una sola dirección. Además, con cada búsqueda, limitaremos más nuestro campo de visión.
 
            Desde un punto de vista psicológico para subsistir nuestra mente necesita alimento, estímulos intelectuales, datos, información que la mantenga en funcionamiento. Esta información recibida es la base con la que construye nuestro pensar, nuestra ideología y opinión. También, y más importante aún, influye en la manera de enfocar la vida, actuar y desenvolvernos en ella. Y esto ya no está tan bien. Porque si tenemos que decidir algo, y no percibimos alternativas no podremos ejercitar la libertad de elección. Sin libertad para elegir, lo más probable es que nuestro mundo se empobrezca y nuestro espíritu caiga con él; desmoronándose, poco a poco, como un castillo de arena ante los embates de las olas.
 
            Si equiparamos la información que obtenemos (como alimento de nuestra mente) con el alimento físico nos daremos cuenta de algo muy interesante. Sabemos que nuestro cuerpo necesita una dieta variada para funcionar correctamente. En las grandes ciudades (de ahí lo de “la grasa de las capitales”) tendemos a una alimentación condicionada por la inmediatez del producto y el intenso sabor del mismo para lograr una satisfacción rápida. Como en Estados Unidos cuya alimentación, comúnmente, es a base de hamburguesas y “hot dog” ingeridos mientras están de camino al trabajo; su cultura no ve con buenos ojos el perder tanto tiempo en la comida (hasta tienen un término despectivo para quienes hacen una pausa para comer). Todo nutricionista sabe que la industria alimentaria suele utilizar grasas para potenciar el sabor de los alimentos; si agregamos el sedentarismo (desarrollado en nuestras sociedades masificadas) obtenemos un exceso de calorías. Tantas calorías son innecesarias para el organismo que las acumula,… pues eso, en forma de grasa. La grasa engrosa (suena casi melodioso ¿verdad?: “la grasa engrosa”) las arterias generando colesterol y la sangre no fluye con facilidad para llevar nutrientes y oxigeno necesarios para las células.
 
            Este símil es perfectamente aplicable a la red. La “grasa” sería la cantidad de contenidos no contrastados e irrelevantes que circulan en la red, generando la saturación del canal de comunicación. Si aumenta este “colesterol” en red la información relevante y contrastada no fluye; y nuestras células no se nutren y oxigenan adecuadamente. Si a esto sumamos que la visibilidad de la grasa es muy superior a la del nutriente… “voilà, hemos desarrollado un serio peligro para nuestra salud global (tanto física, emocional, mental, social como espiritual).
 
            Llevado al campo gnoseológico tendremos el germen de sectarismos separatistas, que al afianzar posturas trasnochadas, individualistas y unilaterales se potencian los “ismos” que pueden desembocar en terrorismos ideológicos. Y lo que es peor, nos condenaría a la mayoría de los usuarios a una aplastante e insulsa mediocridad. A más “grasa de las capitales” en la red, más embotada está la mente humana. Una mente embotada no encuentra respuestas y se sume en el caos. Una mente embotada es la puerta abierta para que, cualquier ideología totalitaria venga a “salvarnos” de esta atroz y caótica rutina diaria en la que estamos atrapados.
 
            La capacidad de “la nube” como medio para crear opinión es indiscutible (puesta de manifiesto ostensiblemente con las revueltas de los países árabes). En este último tiempo hemos visto la manipulación descarada que algunos países y empresas han intentado con la red; pero más temible es la manipulación sutil, ésa que no se ve y sin embargo condiciona la opinión y conducta de la gente. Esto es así porque al no darnos cuenta de ella no tomamos las precauciones necesarias para evitarla.
 
            Toda herramienta que nos ayude a progresar bienvenida sea; siempre y cuando esté en nuestras manos la capacidad de elección. Internet tiene que ser libre, para que podamos saber y ser. Así que ya sabéis: a ejercitar las neuronas y nada de colesterol.