domingo, 14 de junio de 2009



VIOLENCIA DE GENERO:
OTRA MIRADA .
Mª Teresa Rodriguez Alvarez
            Sin negar los grandes esfuerzos que la sociedad está realizando para librarse de esta lacra, creo que debemos cuestionar si no hay algún error en el planteamiento que se está realizando, no parece suficiente para detener la escalada de violencia a la que todos asistimos atónitos cada día.

            Desde la cosmovisión patriarcal del mundo, se ha idealizado el Mito del Héroe. Los hombres se han visto empujados a cumplir con ese mito de lucha y competitividad por logros materiales, intelectuales o de prestigio demostrando la superioridad de unos sobre los otros. En muchos casos ha sido la madre la que ha empujado a sus hijos hacia esa meta. Dentro de este esquema la mujer era la encargada del cuidado emocional de la familia, viviendo el hombre parte de su mundo emocional a través de ella.

            Dentro de este mundo dividido, ambos, tanto el hombre como la mujer, se han visto empobrecidos y privados de desarrollar partes importantes de su potencial. La mujer no ha podido desarrollar sus capacidades intelectuales ni ocupar puestos de relevancia a nivel social y laboral; el hombre, por su parte, no ha salido mejor parado, ya que se le ha privado del desarrollo de su mundo emocional que ha permanecido en muchos casos infantil, con dificultades para establecer vínculos significativos por sí mismo; siendo en ocasiones la sexualidad y la dinámica de poder las únicas vías que ha encontrado para vincularse con el otro sexo.

            En las últimas décadas las mujeres estamos haciendo unos esfuerzos de titanes para encontrar un sitio de igualdad de oportunidades y de esta manera hemos entrado de lleno a vivir también nosotras el “Mito del Héroe” y por lo tanto a competir por el poder. ¿Quién cuida ahora el mundo emocional? Desde tiempos inmemoriales, éste ha sido reservado a las mujeres y por lo tanto desprestigiado y desvalorizado por una sociedad de valores predominantemente masculinos (no me refiero a hombres, sino a valores masculinos, que también las mujeres hemos compartido y compartimos).

            El desarrollo del mundo emocional de los hombres, no va paralelo a la incorporación de la mujer al mundo laboral, en parte por el poco valor que se le ha dado a nivel social al cuidado de las emociones y la sobrevaloración de la razón. El resultado es que actualmente muchos hombres se encuentran perdidos, no saben cómo responder ante las nuevas demandas de la mujer y ponen en marcha mecanismos psicológicos de dominación para los que fueron educados, sin entender claramente porque ya no son efectivos y sin poder establecer otro tipo de vínculos, se ven avocados a una espiral de lucha por el poder que con frecuencia acaba trágicamente.

            Creo, que la sociedad entera somos responsables de estos hechos, sin embargo pareciera que estamos culpabilizando de ellos a los hombres, quizás porque las que sufren mayoritariamente la violencia física son las mujeres, pero también por confundir los valores masculinos que nos rigen con los hombres. Sin embargo, no olvidemos, que la educación ha estado principalmente en manos de las mujeres, que por lo tanto, también han colaborado a crear este mundo de valores predominantemente masculinos.

            ¿No sería más apropiado que cada uno de nosotros y la sociedad entera nos replanteáramos los valores que nos sustentan? Tendríamos que avanzar hacia un modelo igualitario, pero no solamente en igualdad de oportunidades, sino principalmente, hacia un modelo donde haya espacio para manifestar los dos aspectos de nuestra psicología: lo femenino y lo masculino, el cerebro izquierdo y el derecho, la razón y la emoción, sin diferenciación de géneros. Sencillamente manifestando a un ser humano pleno y completo en sí mismo.

martes, 2 de junio de 2009

CREANDO AMBIENTE

César Platas Brunetti

            Como padres, educadores o simplemente como seres humanos, a veces, nos resulta difícil crear el ambiente propicio para que esos “locos bajitos” puedan desarrollarse adecuadamente.

            Hace poco, viajando en autobús, un hombre comenzó a insultar, de viva voz, a su compañera de asiento. Una niña, que viajaba detrás de mí, se asustó ante tal griterío y comenzó a llorar sin que su madre pudiera hacer nada para calmarla. Finalmente los pasajeros le pedimos al hombre que dejara de gritar y al hacerlo la niña se calmó.

            Situaciones como ésta ocurren a menudo en nuestro entorno y no somos conscientes de que pueden afectar a los niños que están presentes (la mayoría de las veces, cegados por el apasionamiento, ni siquiera somos conscientes de su presencia).

            Claro está que evitar situaciones desagradables no es, ni mucho menos, crear un ambiente propicio. El niño/a necesita un entorno vital afectivo, cálido y seguro donde pueda manifestar sus inquietudes con total tranquilidad.

            Es difícil dar aquello que no se tiene. Si de algo adolece la vida agitada de nuestros días es de calidez y seguridad. Los continuos avances y cambios nos someten a una presión constante en un medio altamente competitivo; donde “estar al día” es una necesidad que nos insume cada vez mayor tiempo y esfuerzo. Justamente tiempo y esfuerzo es lo que nos demandan los niños/as para crear ese entorno tan necesario para ellos.

            Es un error comprobado, por parte de los padres, dejar en manos del colegio la educación de sus hijos/as. Pero los padres se debaten entre “estar al día” para atender las necesidades materiales de la familia y las necesidades propias de la infancia. Así como los educadores entre “estar al día” con los planes de estudio, su vida personal, etc. y las necesidades del niño/a que tienen a su cargo.

            Encontrar la armonía entre estos aspectos tan necesarios es el desafío de nuestro tiempo y también de nuestro futuro (representado por los niños/as). No hay soluciones mágicas, pero asumir esta realidad que nos toca vivir y aplicar nuestra voluntad para mejorar lo que esté en nuestra mano, es un buen comienzo

            Cuando miramos a los ojos a un niño o a una niña vemos muchas cosas; quizás, después de esforzarnos por lograr este cambio, veamos también un poco de nuestro futuro.